Juan Marín

Publicado por Cristóbal Gómez , jueves, 15 de septiembre de 2011 3:14



Médico, aviador, poeta y narrador, y probablemente también marinero, pues Juan Marín tiene todos los oficios y en todos destaca con brillo propio. Diplomático también, escribió varios libros de viajes de países exóticos, que ahora parecen menos exóticos por la televisión.

Como poeta se inicia, aunque tan solo publicó dos poemarios, ambos dignos de ser recordados. Es notoria su estética "futurista" cantándole a las máquinas, exaltando la belleza de los deportes, el movimiento, la velocidad, la técnica. Looping de 1929 y Aquarium de 1934, entremedio novelas de navegación y artículos cientificos con las cuales se ganó varios premios y reconocimientos.

Adjunto poema de su segundo poemario.


Mecánica

Oh poema de acero que abrazas el mundo nuevo
grito de los bronquios de la usina
tus rimas son los ejes biselados
fulgurantes de voluntad dinámica
como bíceps de gigantes caídos
desde un planeta Marte humanizado
a golpes de siglos
fierros luces poleas
leit-motiv de las hondas hertzianas
canto de los dinamos delirantes
las chispas son los besos pasionales
el moscardón azul de aquellas hélices
picotea los muros blancos
sierras tornos platinos
que eliminan esperanzas
dulce canción de los dientes
hieden los blancos metales
himno de la mecánica de ojos grises
fragancia de humos y carburantes
puertos angulares y ciudades geométricas
plástica libre de una nueva estética
linea armónica de los puentes de acero
fermentación metálica de las materias primas
virutas enrolladas válvulas
usina cúbica
duermen los hombres en tu seno
arrollados
por tus ritornelos de duraluminio
trituradora de romanticismo
madre de los sueños nuevos
tu aliento de benzol y gasolina
estremece las bielas
de los nuevos corazones del mundo
oh diosa recién nacida
convulsiones de jazz-band de hierro
despertaron las calles de América
y ventilan la Europa decadente
nuevo sentido del Universo
nuestro
poema de acero
canción mecánica
esperas un instrumento y una lengua
que exprese tu alma henchida
de alaridos inmensos
esperas al poeta titán
super-producto de una época
que recoja en su verso magnífico
gluglú de submarinos y zumbido de aviones
rechinar de calderas
sutil vibración de dinamómetros
caricias radiotelegráficas
nadie ha escrito el más divino verso
aquel que gira en la correa de un dinamo
el que teclea en un motor
el que como un monstruo eléctrico
en las noches silentes
corre su escalofrío lírico
por los alambres impertérritos
mecánica canción y sistema
filosofía oculta de una incógnita alquimia
ha de surgir el HOMBRE
que te muestre desnuda
que viole tus secretos
vuelque tu corazón en tus retortas
lo queme en tus hornazas
y escriba
la nueva lírica
la de las líneas rectas
la de los fuselajes
de las altas antenas
y de las ruedas infinitamente veloces
que te empujan
que te arrastran
suelta en el viento tu melena eléctrica
por los invisibles planos cósmicos.

Leonora

Publicado por Cristóbal Gómez , jueves, 21 de julio de 2011 0:09


Leonora Carrington. Pintora y escritora surrealista. En el inicio de su vida emparejada con Max Ernst. Radicada en México hasta su muerte. Amiga de los poetas Mandrágoricos, mantuvieron fluida correspondencia.

Adjunto hermoso cuento que representa su estilo.



La Debutante

En la época que fui debutante, solía ir a menudo al parque zoológico. Iba tan a menudo que conocía más a los animales que a las chicas de mi edad. Era porque quería huir del mundo, por lo que me hallaba a diario en el zoológico. El animal que mejor llegué a conocer fue una hiena joven. Ella me conocía a mí también. Era muy inteligente. Le enseñé a hablar francés y a cambio ella me enseñó su lenguaje. Así pasamos muchas horas agradables.
Mi madre había organizado un baile en mi honor para el primero de mayo. ¡Lo qué sufrí durante noches enteras! Siempre he aborrecido los bailes; sobre todo los que se daban en mi honor.
La mañana del uno de mayo de 1934, fui muy temprano a visitar a la hiena.
-¡Qué asco! -le dije-. Esta noche me toca asistir a mi baile.
-Tienes suerte -dijo ella-; a mí me encantaría ir. No sé bailar, pero en cambio sabría mantener una conversación.
-Habrá muchas cosas de comer -dije-. He visto llegar a casa carros repletos de comida.
-Y aún te quejas -replicó la hiena con desaliento-. Mírame a mí: yo sólo como una vez al día, y me tienen jeringada con tanta bazofia.
Se me ocurrió una idea audaz; estuve a punto de echarme a reír.
-No tienes más que ir en mi lugar.
-No nos parecemos lo bastante; si no, con gusto iría -dijo la hiena un poco triste.
–Escucha -dije-, con las luces de la noche no se ve muy bien. Con que te disfraces un poco, nadie se fijará en ti en medio de la multitud. Además, tenemos casi la misma estatura. Eres mi única amiga; anda, hazlo por mí. Por favor.
Se puso a pensar en esta posibilidad. Comprendí que estaba deseosa de aceptar.
-De acuerdo -dijo de repente.
No había muchos guardianes cerca, dado lo temprano de la hora. Abrí rápidamente la jaula, y en un instante estuvimos en la calle. Llamé un taxi. En casa, todo el mundo estaba aún en la cama. Una vez en mi cuarto, saqué el vestido que debía ponerme por la noche. Era un poco largo, y la hiena andaba con dificultad con mis zapatos de tacón alto. Encontré unos guantes con que ocultarle las manos, demasiado peludas para parecerse a las mías. Cuando el sol iluminó mi habitación, la hiena dio varias vueltas alrededor, andando más o menos derecha. Estábamos tan ocupadas que mi madre, que entró a darme los buenos días, estuvo a punto de abrir la puerta antes de que la hiena se escondiera debajo de la cama.
-Esta habitación huele mal -dijo mi madre, abriendo la ventana-; antes de esta noche date un baño con mis nuevas sales.
-Por supuesto -le dije.
No se entretuvo mucho. Creo que el olor era demasiado fuerte para ella.
-No te retrases para el desayuno -dijo al irse.
Lo más difícil fue encontrar un disfraz para la cara de la hiena. Estuvimos buscando horas y horas: rechazaba todas mis sugerencias. Por fin dijo:
-Creo que he encontrado la solución. ¿Tenéis criada?
-Sí -dije, perpleja.
-Pues verás: vas a llamar a la criada; cuanto entre, nos lanzamos sobre ella y le arrancamos la cara; llevaré su cara esta noche en lugar de la mía.
-No lo veo muy práctico -dije yo-. Probablemente se morirá en cuanto pierda la cara: alguien encontrará su cadáver, y nos meterán en la cárcel.
-Tengo la suficiente hambre como para comérmela -replicó la hiena.
-¿Y los huesos?
-También -dijo-. ¿Te parece bien?
-Sólo si me prometes matarla antes de arrancarle la cara. Si no, le va a doler demasiado.
-Bueno, eso me da igual.
Llamé a Marie, la criada, no sin cierto nerviosismo. Desde luego, no lo habría hecho si no odiara tanto los bailes. Cuando entró Marie, me volví de cara a la pared para no verlo. Debo reconocer que no tardó nada. Un breve grito, y se acabó. Mientras la hiena comía, estuve mirando por la ventana. Unos minutos después, dijo.
-Ya no puedo más; aún me quedan los pies, pero si tienes una bolsa, me los comeré más tarde, a lo largo del día.
-En el armario encontrarás una bolsa bordada con flores de lis. Saca los pañuelos que tiene y quédatela.
Hizo lo que le había indicado. A continuación, dijo:
-Date la vuelta ahora y mira qué guapa estoy.
Delante del espejo, la hiena se admiraba con el rostro de Marie. Se lo había comido todo cuidadosamente hasta el borde de la cara, de forma que quedaba justo lo que le hacía falta.
-Es verdad -dije-; lo has hecho muy bien.
Hacia el atardecer, cuando la hiena estuvo completamente vestida, declaró:
-Me siento en plena forma. Me da la impresión de que voy a tener un gran éxito esta noche.
Después de oír un rato la música de abajo, le dije:
-Ve ahora, y recuerda que no debes ponerte junto a mi madre: seguramente se daría cuenta de que no soy yo. Aparte de ella, no conozco a nadie. Buena suerte -le di un beso para despedirla, aunque exhalaba un olor muy fuerte.
Se había hecho de noche. Cansada por las emociones del día, cogí un libro y me senté junto a la ventana, entregándome a al paz y el descanso. Recuerdo que estaba leyendo Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift. Al cabo de una hora, quizá, surgió el primer signo de inquietud. Un murciélago entró por la ventana profiriendo grititos. Los murciélagos me dan un miedo espantoso. Me escondí detrás de una silla, castañeteándome los dientes. Apenas me había arrodillado, cuando un gran ruido procedente de la puerta sofocó el batir de alas. Entró mi madre, pálida de furia.
-Acabábamos de sentarnos a la mesa -dijo-, cuando el ser ese que ha ocupado tu sitio se ha levantado gritando: “Con que mi olor es un poco fuerte, ¿eh? Pues no como pasteles.” A continuación se ha arrancado la cara y se la ha comido. Después ha dado un gran salto y ha desaparecido por la ventana.

Reseña Diapositivas

Publicado por Cristóbal Gómez , jueves, 31 de marzo de 2011 12:28

Reseña Diapositivas de Mauricio Gutiérrez
en

Starosta

Publicado por Cristóbal Gómez , jueves, 17 de marzo de 2011 23:55

Transcribo interesante poema encontrado en una particular antología con selección de Gonzalo Rojas, publicada en España.


Starosta


Me voy a dejar la barba
para ser
                        Bien hembra,
quiero pelos
los prefiero
a ser montada por designio.

Quedarme fría
en el madero,
traspasar siglos
                        en la piedra.
Por nada o demasiado amor
-nada sereno-
mujer de crines puestos
            Centauro nuevo.


En el santuario de Loreto, en Praga, está la imagen de santa Starosta, mujer barbuda que rezó para que le creciera el vello y así poder rechazar a un pretendiente no deseado. Fue crucificada por su padre, muy contrariado.


Violeta Medina

Poema inédito aparecido en el libro Latitudes Extremas: Doce poetas chilenas y noruegas. Selección de Gonzalo Rojas e Inger Elisabeth Hansen.