Kenneth Rexroth
Publicado por Cristóbal Gómez , miércoles, 9 de diciembre de 2009 1:29
Comienzo con un poeta que me ha impresionado profundamente. Sospechaba cierta afinidad, pero no había tenido la ocasión de revisarlo. Su nombre es Kenneth Rexroth, nació el año 1905 y murió el año 82’, es gringo, vivió en San Francisco siendo representativo de la costa oeste y es considerado como uno de los padres del movimiento beatnik, sin ser parte de este grupo.
Algunos poemas de su último libro, donde hace el ejercicio de escribir como oriental.
de The Love Poems of Marichiko (1979)
Hacer el amor contigo
es como beber el agua del mar.
Cuanto más bebo, más sed tengo,
hasta que sólo puedo saciarla
bebiendo el mar entero.
*
Me despiertas;
me abres los muslos y me besas.
Te doy el rocío
de la primera mañana del mundo.
*
Grito cuando me muerdes los
pezones y el orgasmo
me vacía el cuerpo, como si me
hubieran cortado en dos.
*
Ámame. En este momento
somos los seres
más felices del mundo.
*
Cuando salía del baño,
me tomaste ante el largo espejo
y junto a la baja cama,
mientras mis pechos temblaban
en tus manos y mis nalgas
se estremecían contra tu cuerpo.
Termino con un poema que me parece clave para entender como vivía y pensaba el poeta.
LAS VENTAJAS DEL CONOCIMIENTO
de The Phoenix and the Tortoise (1944)
Soy un hombre sin ambición,
con pocos amigos, incapaz por completo
de ganarme la vida, con la juventud
que lo abandona, prófugo de alguna condena.
Solitario, mal vestido, ¿qué puede importarme?
A medianoche me sirvo una jarra
de vino blanco caliente con semillas de cardamomo.
Con mi harapienta bata gris y mi vieja boina
tomo asiento en medio del frío y escribo poemas,
dibujando desnudas figuras en los márgenes arrugados,
copulando con muchachas de dieciséis años,
ninfomanías de mi imaginación.
Dejo la tarea de comparar este poema, con este otro de Raymond Carver escrito muchos años después.
VAGO
de Ultramarine (1986)
A la gente que le iba mejor que a nosotros les llamábamos acomodados.
Vivían en casas pintadas y con cisterna en los váteres.
Conducían coches de año y marca reconocibles.
A los que les iba peor les llamábamos miserables y no trabajaban.
Sus extraños coches descansaban entre chatarra en corrales llenos de polvo.
Los años pasan y todo es reemplazado.
Pero hay una cosa que aún es verdad.
Nunca me gustó trabajar. Mi meta fue siempre
ser un vago. Le veía mérito.
Me gustaba la idea de sentarme en una silla
a la puerta de mi casa durante horas, sin hacer nada
más que llevar puesto el sombrero y beber coca-cola.
¿Qué tiene de malo?
Encender un cigarrillo de vez en cuando.
Escupir. Pelar un palo con una navaja.
¿A quién le perjudica? Llamar
de vez en cuando a los perros para ir a cazar conejos. Pruébalo alguna vez.
Saludar cada poco a un chico gordo y rubio como yo
y preguntarle: “¿No te conozco?”
O mejor: “Eh, ¿qué quieres ser de mayor?”
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